¿Qué nos cabe a los peruanos esperar de la presidencia de Martín Vizcarra? Las 12 horas o más de viaje desde Ottawa a Lima marcan un obligado compás de espera y han sido pretexto para que algunos medios comiencen a especular sobre la futura composición del gabinete o sobre las futuras relaciones del ex ministro de Transporte con el Congreso que prácticamente lo censuró hace algunos meses por ligerezas y cuentas raras en el abortado proyecto del aeropuerto de Chincheros, en Cuzco.

Pocos querrán recordar esa anécdota de sabor amargo en estos momentos difíciles para la vida política del Perú. Creo sin embargo necesario traerla a colación precisamente en este momento, porque el Señor Vizcarra debe ser consciente que ese acto sospechoso de componendas y poco transparente, que le costó el alejamiento de la vida política Limeña y lo obligó a desterrarse en una embajada en Canadá debió, en su momento, ser una seria llamada de atención al orden e imponer respeto total a la transparencia por parte del gobierno. Eso no ocurrió.

Chinchero ahora lo sabemos todos no fue un desliz, no fue un acto de entusiasmo por parte de un gobierno deseoso de hacer obras. Fue un acto emblemático de la cultura de puerta giratoria de un individuo que pretendió gobernar el País como una feria de cambalaches en la cual los asuntos y el patrimonio del estado se consideran meras basas en el juego de cartas con su clientela política.

Es ese el gran reto que le espera al futuro presidente. Demostrar a todos los peruanos que los meses lejos del país le han servido como un periodo de reflexión y recapacitación sobre la integridad, transparencia y disciplina con la que se deben llevar a cabo la administración y gobierno del país.

Ginebra, 23 de marzo de 2018