Fidel y las trampas de la historia
“Quizá sin Castro, los Pinochet, los Videla, los Somoza de nuestro vapuleado continente no hubieran existido.”
Vivió y actuó siguiendo su propio lema y creencia de que la “Historia me absolverá”. Empero, después de más de medio siglo de revolución, y después de su muerte, sabemos que actuar y decidir con la perspectiva de la Historia futura siempre termina justificando un presente plagado de injusticias y excesos.
Fiel más que ninguno a esa religión de un futuro utópico, Fidel Castro, sus catecúmenos y secuaces desde las faldas de la Sierra Maestra se lanzaron a la conquista del mundo. Como toda religión maniquea necesitada de un dualismo fácil de entender, Fidel proclamó que el archienemigo del socialismo eran los Estados Unidos.
Especialmente los países latinoamericanos pagamos caro nuestra admiración por la utopía castrista: un joven médico conocido como el Ché Guevara fue una de sus primeras víctimas, en nuestro país un joven poeta, Javier Heraud, incapaz de soportar la injusticia se inmoló prematuramente en nuestra selva, tratando de emular a los barbudos cubanos.
Al fallido experimento de Allende le siguió la sangrienta represión de Pinochet. En Argentina, Uruguay y otros países todos los desmanes posibles contra la humanidad se llevaron a cabo con el pretexto de detener al socialismo. También en África la fascinación por el modelo cubano hizo estragos. Revoluciones que fueron siempre desastrosos y sangrientos enfrentamientos con efímeras pausas de gobiernos corruptos.
Pero la influencia de Castro no fue sólo sangrienta. Quizá nunca la literatura latinoamericana hubiera alcanzado la categoría de movimiento intelectual sin los escandalosos viajes a Cuba de Vargas Llosa, Julio Cortázar, García Márquez y otros escritores. Así Cuba fue durante un buen tiempo el generoso santuario de secuestradores de aviones y de todo aquel que quisiera declararse enemigo del imperialismo yanqui.
Es verdad que gracias a Cuba, a Fidel, y a sabiendas que detrás de la isla tropical estaba el poder de la Unión Soviética muchos gobiernos latinoamericanos encontraron el coraje para decir NO a los abusos de Estados Unidos e incluso países europeos. Sin el apoyo de Cuba, en Perú, no hubiéramos defendido la tesis de las 200 millas, no hubiéramos protestado, hasta romper relaciones con Francia, por los ensayos de bombas atómicas en el atolón de Moruroa. Pero es verdad también que esas actitudes nacionalistas llevaron a Argentina a una ruinosa y ridícula guerra contra el Reino Unido.
Pero sin Cuba como modelo, quizá el corrupto Velasquismo hubiera durado menos y el Perú habría encontrado el camino de la democracia una década antes. Quizá sin Castro, los Pinochet, los Videla, los Somoza de nuestro vapuleado continente no hubieran existido. Pues cuales monstruos mitológicos se necesitaban entre ellos para existir y justificarse con el eterno cuento de la Historia, con mayúscula.
Nací y crecí bajo el signo de Fidel Castro. En mi adolescencia la primera vez que pude fumar un cigarro lo hice con la ingenua ilusión y veleidad de sentirme cercano a Fidel Castro y al Ché. Pasados los años, me he dado cuenta que la injusticia vive en el presente y es ahora que hay que denunciarla y no en un grandioso futuro histórico.
Ginebra, 26 de Noviembre de 2016