Ucrania: las venas abiertas
In most cases, people, even the most vicious, are much more naive and simple-minded than we assume them to be. And this is true of ourselves too.
Las escenas que de manera intermitente circulaban por las cadenas de televisión de todo el mundo no provenían de ninguna película o cortometraje candidateando al Oscar en esos momentos, aunque no podían ser más dramáticas: soldados rusos, con los rostros cubiertos de pasamontañas, y escoltados por columnas de vehículos blindados ocupaban las principales calles de Sebastopol, capital histórica de la República autónoma de Crimea.
A diferencia de las restantes veinticuatro provincias Ucranianas, Crimea porta el estatuto de República autónoma, quizás porque sus playas, bañadas por el mar Negro, constituyeron desde siempre una especie de Costa Azul para los rusos. En Yalta, el balneario que se hizo famoso al final de la Segunda Guerra mundial, por ejemplo, hay palmeras, el clima es suave y está rodeado de palacetes y dachas (casas de veraneo, en ruso) construidas para los potentados y plutócratas rusos.
La prensa europea y americana no pone de relieve el hecho de que un cuarenta por ciento de la población de Ucrania es bilingüe y hablan corrientemente el ruso. Tampoco es muy conocido que Ucrania es uno de los países más activos en la industria espacial y que muchos de los aviones “rusos” en realidad son construidos en Ucrania. O que mantiene, estadísticamente, por lo menos, el segundo ejército más grande de Europa (datos de Wikipedia).
Con una población, algo menor que la española, de más de 44 millones de habitantes, Ucrania es un país ancestralmente anclado a la cultura eslava y con una innegable vocación Europea. El rol estratégico de intermediario de prácticamente 40% del suministro energético de Europa (en forma de gas), hace de Ucrania un país clave en el equilibrio entre Rusia y la Unión Europea y de alguna manera el mundo occidental. Sebastopol a orillas del mar negro es un bastión cultural, tan lleno de tradiciones rusas como lo puede ser el Peñón de Gibraltar para los ingleses: no se trata aquí de la megalomanía de Putin, pero como bien lo dijo un politólogo de la Universidad de Ginebra, ningún presidente Ruso dejaría que Sebastopol o Crimea deje de ser lo que es: un enclave cultural ruso.
La crisis de Ucrania es responsabilidad de sus líderes políticos, es una verdad innegable, sin embargo la Unión Europea ha soslayado la importancia de ayudar a mantener la estabilidad económica y política de un vecino pobre pero clave para su vida cotidiana. Preocupada en evitar olas de inmigración ilegal de ciudadanos ucranianos en Europa, en el momento en que Polonia ingresó a la comunidad Schengen, Bruselas paga ahora caro su miopía social y política.
El fantasma de la Guerra Fría o de la Cortina de hierro recorre la prensa europea, pero también ahí se olvida de mencionar la venal ingenuidad y la hipócrita anuencia de Europa ante el gobierno matón y corrupto de Putin. ¿Cómo compaginar los miles de millones de dólares que genera el negocio del crudo y gas rusos en Ginebra, Londres y Ámsterdam con los ideales de democracia y paz social inexistentes en Rusia?
Ucrania es una amarga lección que nos enseña que una comunidad que se deja conducir de manera desbocada por los intereses económicos terminará irremisiblemente siendo víctima del caos político y moral.