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Gastón Acurio y la tentación del poder

Por qué nos fascina la idea de Gastón Presidente

"Un amigo en el poder es un amigo menos"

William Burroughs

Publicado: 2014-02-08


¿Quién no conoce la tentación del poder? La ejercemos desde niños, cuando comenzamos a gritar al darnos cuenta que es la manera más eficiente de llamar la atención de nuestros padres. Afirman algunos pedagogos que dependiendo de la manera cómo reaccionan los padres ante este primer ejercicio de poder infantil, puede criarse un adulto equilibrado y paciente o un energúmeno, caprichoso y lleno de manías de grandeza. 

Otros pedagogos hablan de esos niños que débiles y temerosos despiertan en sus compañeritos de escuela o en sus vecinos de barrio ciertas tendencias sádicas que parece ser todos compartimos y llevamos latentes. Así, la debilidad de unos aparece como reclamo para que otros se apoderen del lado complementario y opuesto de esa relación: el poderoso, el omnisciente, el hombre providencial, el líder.

Una de las variantes explicativas de la facilidad con la cual un puñado de barbudos, desarrapados y malnutridos destruyeron un imperio de millones de habitantes apunta al hecho que nuestros Incas pensaban que los mismos dioses habrían descendido a la tierra montados en animales fantásticos que comían plata y armas que escupían truenos y muerte. Quizá ese sentimiento de desamparo provenía de las luchas intestinas que se venían dando desde Pachacutec en adelante y que habían terminado en la famosa división del imperio entre Huascar y Atahualpa.

Tres siglos después, quizá los peruanos sacudimos nuestra ominosa cadena pero sólo fue rota gracias a la intervención de los ejércitos de San Martin y Bolivar. A inicios de la república, algunos pensaban que necesitábamos un rey inglés o francés, y otros pensaban que lo mejor sería que fuéramos anexados por el omnipotente imperio británico.

A mediados del siglo XIX, pensaron nuestros políticos que la inmigración de “caracteres fuertes y trabajadores” podrían mejorar nuestro empobrecido y bastardeado código genético. Los argentinos llamaron a esto la guerra del desierto, nosotros la colonización y el desembarque de la civilización. Curiosa calificación de una realidad geográfica que albergaba en esa época más de la mitad de la población del país.

Una de las mayores fantasías del siglo pasado fue revolución internacional del proletariado. Creían algunos que la revolución cubana se extendería por el continente y nos traería la paz y prosperidad. Curiosamente, los que se oponían y temían a la revolución comunista, juraban y esperaban que el brazo generoso de Estados Unidos interviniera y conservara nuestra existente civilización.

Nuestra última gran decepción como sociedad quizá nos la llevamos cuando el presidente electo Fujimori escapó a Japón, renegando de su nacionalidad y repudiando el máximo cargo que un país y una sociedad democrática le pueden otorgar a un ciudadano.

En ese momento, debimos mirarnos al espejo, darnos cuenta y aceptar que estábamos solos y que no había príncipe en brillante armadura que pudiera salvarnos. Aceptamos finalmente que podemos gobernarnos y elegir peruanos normales: descendientes de peruanos, incluso con quechua hablantes en su familia.

Pero aún hay sectores de nuestra sociedad que aspiran nostálgicamente a una vuelta al pasado. A lo que algunas feministas denominaron hace algunos años: el complejo de cenicienta. Son ellos los que se arrojan al suelo y se arrastran para despertar el instinto bajo de la dominación. Esos sectores no ven en Gastón Acurio, a un peruano normal y corriente, con buen ojo y mejor fortuna para los negocios; lo que ven en él es el épico espíritu redentor, salva mundos, quien armado de cacerolas brillantes y al lado de su Valquiria nos hará finalmente ingresar en el Walhalla del futuro.


Escrito por

jorge yui

Colecciono y cuento historias de libros y bibliotecas, mías y ajenas. Pero sobre todo me gusta leer. En Twitter @librogramas


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Librogramas

Crónicas y artículos sobre libros leídos o imaginados