Ciegos y locos a ritmo de Mozart
Historias de bibliotecas
The Parable of the Blind Leading the Blind (detail) , 1568 Tempera on canvas , Museo Nazionale di Capodimonte, Naples
Y ha quedado demostrado que la música clásica cumple la propiedad de estimular los neurotransmisores cerebrales, mejorando el estado anímico y aumentando lo que en psicología llamamos la percepción espacio-temporal, es decir la habilidad de pensar con imágenes. De manera tal que el esfuerzo mental de generar y conceptualizar soluciones a problemas complejos no provoque el stress que normalmente suscita a los pacientes con problemas mentales.
En las primeras filas del teatrín se encuentra reunida la crema política del Cantón de Basilea, incluidos algunos consejeros federales y el ministro del interior quien también se ocupa de los asuntos de la salud en Suiza y quien es al mismo tiempo el presidente de la asociación Pro Mente Sana. Uno de ellos habló de “nuestra gran tradición de locos suizos” refiriéndose a los personajes de Dürrenmat en su obra “Los Físicos”, nadie rio asaltados por las dudas de si el Consejero Federal había pretendido hacer un chiste.
A pesar que mantiene cerca los papeles de su conferencia, la mujer que habla en el podio no los lee. Habla con el aplomo de quien cuenta una experiencia de primera mano, relata casos de recuperación de pacientes psicóticos y esquizofrénicos gracias a la música de Brahms, Mozart o Beethoven. De vez en cuando y a su indicación se escuchan extractos de música de oberturas, de minuetos, de sonatas. Su voz es cálida, y el estilo de su presentación está más cercano de la confesión entusiasta del amante de la música clásica que de la relación académica o del discurso frío y trillado del conferenciante profesional. Su mirada parece escrutar en las caras de los espectadores de las primeras filas, donde algunos incluso toman notas, otros simplemente siguen sus palabras con arrobo y se esfuerzan en no abandonar su mirada en las torneadas piernas de la profesora y en sus exquisitos botines Gucci.
Quien mantiene embobado al público es la Doctora Montserrat Pí, psicoanalista, psiquiatra y musicóloga. Esta noche, ella ha sido la atracción principal de la ceremonia de inauguración de un nuevo pabellón del manicomio. Montserrat ha dejado Barcelona y sus diversas ocupaciones en tanto decana de Psicología de la Universidad Blanquerna, y pasará unos días “en nuestra humilde casa” —dice Maynard— para estudiar algunos “casos de interés” de nuestro manicomio. No debe ser una jovencilla, pero sus formas, la manera como lleva el largo pelo azabache y el desgaire con el que lleva la blusa blanca de seda que completa el conjunto sastre a rayas, hace que la Doctora Pi tenga la apariencia de una presentadora de programas de televisión más que la de una médico con renombre internacional.
¿Pocos se han dado cuenta que es ciega? Me dice Fritz, quien fielmente me acompaña entres las bambalinas del teatrín. No es un favor, sino una deferencia del Dr. Bleuler quien me ha sugerido que asista a la conferencia, y sobre todo porque la Doctora es de España.
Claro que el inglés de la especial Doctora Pí suena a puro New Hampshire, que es donde se doctoró en musicología, con honores hace algunos años, como lo cuenta el Dr. Maynard, director de nuestro manicomio, cuando la presenta al público al final de la cerrada ovación que ha suscitado su ponencia.
Yo me imagino que en estos días nos van a repartir Ipods con una selección de Beethoven y Mozart y nos harán escucharla día y noche durante varios días. Mentalmente me hago la noticia que debo comunicarle al Dr. Bleuler que yo prefiero a Cecilia Bartoli y a Chopin, ya que me ha pedido que haga una lista de mis preferencias culturales.
Los invitados abandonan el teatro y se van deslizando entre los jardines del manicomio, donde camareros con chaqueta blanca y corbatín sirven champán, vino blanco y canapés de estilo alsaciano. La noche es más bien fría, y unos calentadores de gas a manera de hongos han sido instalados en las terrazas del jardín. Enjambres de insectos de nuestro pequeño bosque de tilos se lanzan contra esa luz incandescente y se escucha el chirrido según se van achicharrando en la falsa luz. El Dr. Maynard ha hecho instalar altavoces y aplica con ahínco las teorías músico terapéuticas de la sensual Doctora Pi a todos sus invitados. Desde algunas ventanas de los dormitorios individuales, sé que los orates contemplan la escena.
Me pregunto a quienes irá a entrevistar la Doctora Pi en los próximos días. También pienso en la reproducción de Bruegel el viejo que cuelga en el estudio de Maynard: menos mal que la Doctora Pi es ciega… Fritz me señala su Rolex falso y me dice “a la cama”.
(continuará)