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El buen placer de la mala literatura

Dan Brown y sus libros no son del gusto de todos. A mi me gustó su última novela, Inferno

Publicado: 2013-06-08

Irónicamente, fui iniciado en la lectura de bestsellers o literatura trivial en la Universidad de Berna. Hace unos quince años, durante todo un semestre, cada jueves leíamos libros de los fenómenos de venta editorial como Michael Crichton, Tom Clancy, Corin Tellado, Patrick Süskind, Thomas Harris o Laura Ezquivel. El seminario incluía charlas de autores españoles e incluso la visita de algún director de editoriales europeas. Para el aprendiz de escritor, el seminario fue decepcionante. A pesar de la mucha teoría que elaboramos sobre los llamados bestsellers, me quedó claro que al igual que en el mundo de la literatura de salón, no existe la receta mágica para escribir libros que se venden por millones y que ambos grupos de editoriales tratan libros y autores inéditos como apuestas en una tarde de hipódromo y que uno o dos títulos al año se llevan el honor de asegurar el éxito financiero y muchas veces la propia existencia de una editorial. 

Pero yo me quedé con el vicio de leer novelas de quiosco y desde entonces acecho amigos y parientes que comparten mi adicción para que me las presten, o simplemente las compró para acortar un trayecto en tren o las estadías hoteleras de los viajes de trabajo. Y a diferencia de las obras literarias, debo decir que un bestseller nunca decepciona: muy rara vez la novela repudiada por la crítica es pretenciosa. Tampoco abusa de alardes narrativos técnicos y muchas veces es tan entretenida como leer un buen artículo de prensa. Sus artífices continúan la tradición de clásicos como Eugène Sue, Dumas o Balzac, quienes en el siglo XIX inventaron la técnica de introducir en la novela temas de actualidad periodística para imbuirla de realismo.

Por esa misma época, seguramente Dan Brown también intentaba descubrir la fórmula de los superventas, pero fue tan sólo en 2003, con su cuarta novela, El código da Vinci, que el americano de entonces apenas 40 años se convirtió en el autor estrella del género. Las 90 millones de copias vendidas en más de 40 idiomas, convirtieron a Dan Brown en una suerte de Steve Jobs de la novela folletinesca ya que fue capaz de reinventar el bestseller histórico, fantástico y ambientarlo en nuestros días. Años antes, Umberto Eco había descubierto el filón e incluso fue emulado por muchos otros pero nadie había logrado dar vida a un protagonista tan atractivo como el ahora mítico profesor de Harvard, historiador de arte y especialista en simbología.

Sus detractores acusan a Brown de una escritura torpe y un estilo deficiente pero pocos mencionan que quizá el secreto de sus novelas sea su protagonista, Robert Langdon: una magistral mezcla del arquetípico Indiana Jones de las películas de Spielberg, del erudito y aventurero Benjamin Gates (encarnado por el genial Nicholas Cage), de James Bond, sazonado con una pizca de Mr. Bean. Robert Langdon recorre el mundo no rescatando tesoros perdidos o pegándose balazos con criminales de marca mundial, sino resolviendo complejos misterios relacionados con nuestra cultura más universal y que pueden afectar el destino de la humanidad. Su conocimiento enciclopédico abarca del arte rupestre a la pintura y arquitectura contemporánea. Su capacidad de memorizar y asociar información aparentemente dispar tiene verdes de envidia a los ingenieros de Google. Además, para gran placer de sus lectoras, Robert Langdon a diferencia del gruñón Indiana Jones, es cortés, aprecia los trajes sobre medida y los vinos caros, y jamás aparece con la barba de tres días o necesitando una ducha. No viaja a través de junglas sudorosas o incómodos desiertos sino que recorre las ciudades más emblemáticas del turismo mundial: París, Washington, Londres, Roma, Florencia, Ginebra o Estambul. A menudo, Robert viaja en aviones privados, y sobre todo nunca debe hacer cola para entrar a los diferentes museos e iglesias que visita durante sus fascinantes itinerarios.   

Pero a diferencia de James Bond, quien se ocupa del sexo opuesto en sus momentos de ocio, Robert Langdon, quien también es un solterón empedernido, se ve acompañado siempre por mujeres de remarcable inteligencia y de un refinado atractivo físico, las cuales se ven irresistiblemente seducidas por la vasta cultura del académico héroe y sus imperceptibles debilidades humanas: su ligera claustrofobia, su manía vestimentaria por las chaquetas de tweed y un infantil reloj de Mickey Mouse.

Inferno  

Como si todo esto fuera poco, a su última novela Dan Brown le ha agregado un ingrediente que ha tomado por sorpresa a la crítica literaria mundial. La referencia a la Divina Commedia de Dante Alighieri. No obstante las críticas adversas de las reseñas literarias, las 460 páginas de Inferno se leen de un tirón. Robert Langdon, amnésico se despierta en un hospital en Florencia, y se ve lanzado de inmediato en un viaje dantesco para salvar su vida y al mismo tiempo comprender su desesperada situación. Perseguido por un ejército de soldados vestidos de negro y una asesina con apariencia punk. Su compañera de turno, Sienna, es una bellísima doctora políglota, con un coeficiente intelectual digno de Guinness, llena de sorpresas y habilidades.

La misión que Langdon primero deberá descubrir, es conjurar una amenaza de pandemia biológica concebida y fabricada por un excéntrico billonario Suizo, quien ha imaginado recrear una versión moderna de la peste negra para dar solución a la sobrepoblación que amenaza nuestro planeta. Obviamente la única manera de hallar el escondite de esta amenaza inminente es reinterpretar los versos y referencias dantescas que Langdon encuentra en su poder gracias a una reproducción pictórica del Infierno realizada por Miguel Ángel. Sin dejar otra alternativa al lector que seguir absorto la vorágine de referencias artísticas que recrean el medioevo italiano, a través de sus obras más famosas y sus actuales museos.

Hace algunos años no era inusual encontrar lectores de El Código Da Vinci recorriendo las calles e iglesias de París, escenarios de la novela. No puedo imaginar un mejor homenaje a Dante Alighieri y a su bellísimo poema que gracias a Inferno, la Divina Commedia abandone los polvorientos estantes de los académicos y sea redescubierta por una fracción de los millones de lectores que Dan Brown y su nueva novela se merecen.

EN Placeres CULPOSOS
Ginebra 26 de Mayo de 2013 - publicado en el N°14 de la Revista Velaverde

Escrito por

jorge yui

Colecciono y cuento historias de libros y bibliotecas, mías y ajenas. Pero sobre todo me gusta leer. En Twitter @librogramas


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Librogramas

Crónicas y artículos sobre libros leídos o imaginados